Estilo Industrial
El estilo industrial nació de la apropiación, ocupación y transformación de antiguos almacenes, fábricas en desuso y almacenes abandonados (como consecuencia de la Gran Depresión -la mayor crisis financiera de la historia de Estados Unidos-) en lofts y apartamentos, en Nueva York, a finales del siglo XX, por un grupo de fotógrafos, pintores, escultores y todo tipo de creativos. Aunque comenzó en 1970, el estilo industrial ha mantenido inalteradas sus características e identidad, manteniéndose como tendencia de decoración hasta el día de hoy. La esencia de la decoración industrial se basa en la belleza cruda de las formas y los materiales. En el estilo industrial, se conservan y se presume la exposición de las principales infraestructuras de los edificios, manteniendo su arquitectura original: las vigas, las tuberías y conductos de ventilación, los pilares, las instalaciones eléctricas y las estructuras metálicas.
El ambiente industrial se basa en una estética inacabada pero profundamente sólida y urbana, en la que se privilegian las materias primas como el cemento, el hormigón, el metal, el ladrillo y la madera, y en la que predominan los colores neutros y sobrios como el negro, el gris y el blanco. El uso de ladrillos de arcilla en tonos terracota, que recuerdan a las fábricas de principios y mediados del siglo XX, en revestimientos murales y "cemento quemado" es también un sello distintivo de la decoración industrial, que contrarresta la frialdad de los demás materiales aportando una sensación de acogimiento visual.
La decoración industrial valora la perfecta optimización e integración de los espacios, que no sólo se fusionan sino que acumulan funciones. Al igual que las naves industriales, las viviendas de estilo industrial se caracterizan por su gran tamaño, amplitud y funcionalidad, con techos altos y armazones de hierro con grandes ventanales y puertas que dejan pasar mucha luz natural.
La ausencia de paredes o tabiques entre espacios, favoreciendo las distribuciones diáfanas que promueven una mayor convivencia entre los habitantes, es otra característica esencial de este estilo. En cuanto al mobiliario, la decoración industrial favorece la robustez, rusticidad y durabilidad del acero, el hierro y la madera maciza, pero también el aspecto más envejecido de los muebles vintage. También hay predilección por los colores oscuros, especialmente el cuero. La iluminación, por su parte, debe hacerse a la perfección con rieles de lámparas con filamentos en cables a la vista, focos o lámparas metálicas con toques dorados, lámparas suspendidas y de pie.
Las luces de neón y los carteles luminosos también pueden integrarse en los ambientes de estilo industrial, creando una dinámica más relajada y lúdica. En cuanto a los objetos decorativos, el estilo industrial apuesta por espejos, taburetes altos, grandes cuadros alusivos al arte urbano, mapas antiguos, carteles publicitarios, pizarras y accesorios llenos de personalidad -metálicos, tapizados o desgastados- en una mezcla de referencias e inspiraciones modernas, rústicas y retro. La idea es que los objetos estén siempre al alcance de la mano, combinando su función decorativa con una gran practicidad. El estilo industrial es también una expresión de desarrollo sostenible, ya que tiene en cuenta el abaratamiento de costes, el reciclaje y la reutilización de elementos antiguos, como palés de madera o carretes, por ejemplo.